¿Por qué ahora Dios?

Salmo 116 (115)

Amo al Señor porque ha escuchado mis súplicas,
porque me ha prestado atención.
¡Toda mi vida le invocaré!
La muerte me enredó en sus lazos,
la angustia del sepulcro me alcanzó
y fui presa del miedo y del dolor.
Entonces invoqué el nombre del Señor
y le rogué que me salvara la vida.

El Señor es justo y compasivo;
nuestro Dios es todo ternura.
El Señor cuida de los sencillos.
Cuando yo estaba sin fuerzas, me salvó.
Ahora sí, puedo volver a sentirme tranquilo
porque el Señor ha sido bueno conmigo,
porque me ha librado de la muerte,
porque me ha librado de llorar y de caer.
Seré obediente al Señor
en el mundo de los que viven.

Yo tenía fe, a pesar de que decíad
que era grande mi aflicción.
Desesperado, afirmé
que todo hombre es mentiroso.

¿Cómo podré pagar al Señor
todo el bien que me ha hecho?
¡Levantaré la copa de la salvaciónf
e invocaré su nombre!
Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo.

Mucho le cuesta al Señor
ver morir a los que le aman.
¡Oh Señor, yo soy tu siervo!,
¡soy el hijo de tu sierva!
Tú has roto los lazos que me ataban.
En gratitud, te ofreceré sacrificios,
e invocaré, Señor, tu nombre.
Cumpliré mis promesas al Señor
en presencia de todo su pueblo,
en los atrios del templo del Señor,
¡en medio de ti, Jerusalén!

 

Texto para la oración
(Gen 18, 1-15)

El Señor se apareció a Abraham en el encinar de Mamré, mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña, como a mediodía.  Abraham alzó la mirada y vio a tres hombres que estaban de pie frente a él. Al verlos, se levantó rápidamente a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente  y dijo:
–Mi señor, por favor te suplico que no te vayas en seguida. Si te parece bien, haré traer un poco de agua para que os lavéis los pies, y luego descansad un rato bajo la sombra del árbol. Ya que habéis pasado por donde vive este servidor vuestro, os traeré algo de comer para que repongáis vuestras fuerzas antes de seguir vuestro camino.
–Bueno, está bien –contestaron ellos.

Abraham entró en su tienda de campaña y dijo a Sara:
–¡Date prisa! Toma unos veinte kilos de la mejor harina y haz unos panes.
Luego Abraham corrió a donde estaba el ganado, escogió el mejor de los becerros y se lo dio a uno de sus sirvientes, quien lo preparó inmediatamente para la comida. Además del becerro, Abraham les ofreció cuajada y leche, y estuvo atento a servirles mientras ellos comían debajo del árbol.

Al terminar de comer, los visitantes preguntaron a Abraham:
–¿Dónde está tu esposa Sara?
–Allí, en la tienda de campaña –respondió.
Entonces uno de ellos dijo:
–El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo.

Mientras tanto, Sara estaba escuchando toda la conversación a espaldas de Abraham, a la entrada de la tienda. Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara había dejado de tener sus periodos de menstruación. Por eso Sara no pudo contener la risa, y pensó: “¿Cómo voy a tener ese gusto, ahora que mi esposo y yo somos tan viejos?”  Pero el Señor dijo a Abraham:
–¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que puede tener un hijo a pesar de su edad? ¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no pueda hacerlo? El año próximo volveré a visitarte, y para entonces Sara tendrá un hijo.
Al escuchar esto, Sara tuvo miedo y quiso negar. Por eso dijo:
–Yo no me estaba riendo.
Pero el Señor le contestó:
–Yo sé que te reíste.
 

Canto

(Traducción del texto en euskera)

La bondad de Dios ha cubierto la tierra,
y el mundo ha despertado a la luz de la salvación,
ahora la humanidad es nueva.

Dulce luz,
el sol de lo alto ha renovado de gozo
la tierra entera.

Dios ha amado tanto el mundo
que ha abierto el cielo para nosotros.
¡De verdad que esta es una hora santa!

Dulce luz,
el Señor ha sanado con amor
la tierra entera.

El Hijo de Dios se ha vestido de carne humana,
y el hombre se ha despojado de su ruina.
¡Esta es una visita de misericoirdia!

Dulce luz,
la hora de la salvación ha alegrado
a toda la tierra.

Ahora nosotros somos un pueblo amado,
se nos ha abierto la puerta de la esperanza.
¡Es la plenitud de la paz!

Dulce luz,
la esperanza ha consolado con la paz
a toda la tierra.

 

Reflexión

– Quizá Dios ha estado ahí siempre, como oculto bajo el correr de la vida. Pero parece que ahora se despierta algo especial, como si la experiencia religiosa tomara más cuerpo. ¿A qué se debe ese resurgir de preguntas, de dudas, de necesidad de mirar hacia Dios...?

• ¿Ha sido quizá que me he dado cuenta de que voy avanzando en edad y comienzo a sentir con más fuerza el peso de la finitud, y he sentido la nostalgia de Dios? ¿Nostalgia de Dios que ha estado como cubierta bajo otros intereses vitales?
• ¿Quizá sientes la necesidad de buscar algún «seguro»: poner en orden la vida, sentirte mejor contigo mismo/a, «salvar el alma»...?
• ¿Buscas a Dios como una función: símbolo de una causa social noble, como recurso psicológico para sentirte a gusto contigo mismo, como tapadera de conflictos que te cuesta abordar...? ¿Quizá necesitas que Dios te dé respuesta a los enigmas que te despierta la existencia: de dónde venimos, a dónde vamos...?
• ¿Buscas a Dios como sentido de la vida? ¿Como ese algo más que te pide tu interior?

– No es poco que Dios tenga que ver:

• con la intuición de que no basta con tener una vida bien montada de seguridad económica, de riqueza afectiva en las relaciones humanas...
• con la nostalgia del corazón humano que ha descubierto la soledad interior y busca una fuente más honda de felicidad...
• con las grandes experiencias humanas: ¿qué pasa con la muerte que te lleva a preguntarte sobre el fundamento último de la vida? O ¿qué pasa con esa experirencia que te ha dejado al aire y te has dado cuenta de la poca consistencia de lo que estás viviendo?

– O ¿buscas a Dios como Alguien viviente?

• Quizá le percibistre así en la infancia...
• Has conocido algún testigo de Dios que te ha impactado...
• Has sentido, sin saber porqué, un deseo íntimo de Dios...

– A veces Dios se cuela por donde menos esperas, incluso cuando la vida te va bien y te sientes casi o más o menos feliz. El problema es ese casi o más o menos.

– La gran cuestión es si me dejo sorprender, si estoy dispuesto a que se me descoloque, a que Dios me pueda llevar más lejos. Dios en la Biblia aparece como el que pone en marcha lo nuevo.

– Puedes leer ahora el texto que te hemos propuesto de Gen 18, 1-15.

• Abrahán no esperaba semejante visita y menos que le fueran a hacer la promesa de un hijo que iba a realizar todas los planes de Dios.
• Abrahán –esta es la cuestión– siempre estaba abierto a acoger al Señor y su visita. Dios pide apertura, pide permeabilidad, corazón abierto a la acogida. La verdadera experiencia de Dios tiene que ver con ese talante de apertura, con ese dejar que la vida te sorprenda...
• Dios se me puede hacer real en mi existencia, especialmente en las situaciones de dificultad y sufrimiento. Puede que Dios resuene de verdad dentro de mí, en la verdad de lo que estoy viviendo.
• A veces parece casualidad que Dios aparezca en tu vida, pero un día te darás cuenta que todo tiene sentido. Dios hace las cosas a su manera.

***

Canto

(Traducción del texto en euskera)

Señor, mi corazón me atrae hacia ti,
hacia tu sol mi lado sombrío.
Me siento tan extraño,
consuela con tu calor mi llanto frío.

Sabiendo cuán cerca estás de nosotros,
¿cómo es que ando tan lejos de ti?
Todo es tan rígido,
puro sueño, vapor de la impotencia.

En mi mundo tenso se ha encendido una estrella.
Ha llegado Dios en busca de los buscadores.
¡Se alegra mi interior!
El amor de Dios se ha volcado en mí.

Al decirme la palabra de amor,
un camino se abre en mi impotencia.
Seguiré caminando, al claroscuro
de tus pequeñas estrellas.

 

Oración final

Señor, gracias por tu visita.
Porque has querido venir a mi casa.
Al volver a la casa de mi interior te he encontrado a ti,
a ti, peregrino de mis caminos, pidiéndome hospedaje.

Yo no sabía quién eras, no te conocía.
Y con todo, tú me has buscado.
Hoy me he sentido amado, y te estoy agradecido.

Vamos adentro y quédate conmigo.
Sentados junto al fogón de la cruz,
tenemos que hablar de lo mío,
de mi vacío, de mi impotencia, de mi pasión...
¡Tengo tanto para decirte, tanto!

Tú sabes por dónde he andado.
Sabes que quería, pero no podía.
Preguntaba sobre ti y nadie daba contigo.
Ahora, Señor, has venido y sé que estás conmigo.

Señor, harás presencia de mi invierno.
Mis caminos perdidos se me iluminarán en el Jubileo.
Ven, Señor, y quédate conmigo.
aprecio mucho tu visita amorosa.

 

Estás en todas partes (Bitoriano Gandiaga)

Estás en cualquier parte, sí,
bendita locura,
estás en cualquier parte
queriendo aparecer,
tras las cosas
del camino
medio escondido,
amante.

A menudo
querrías
tropezarte
con nosotros,
estás tan en todas partes
y estás tan luminoso,
hacedor
del gozo de las cosas.

Estás tan en todas partes
andas queriendo
a menudo advertir
a mis ojos,
medio a la vista,
estás tan en todas partes,
callado sí,
y llamando.
 

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