Confianza básica
Salmo 143 (142)
Señor, escucha mi oración;
pon atención a mi súplica.
¡Respóndeme, pues tú eres justo y fiel!
No llames a cuentas a tu siervo,
porque ante ti nadie es inocente.
Mis enemigos me persiguen,
me han aplastado contra el suelo;
me obligan a vivir en la oscuridad,
como los que han muerto hace tiempo.
Me encuentro totalmente angustiado;
turbado tengo el corazón.
Me acuerdo de tiempos anteriores
y pienso en todo lo que has hecho.
Hacia ti tiendo las manos,
sediento de ti, cual tierra seca.
Señor, ¡respóndeme pronto,
pues ya se me acaba el aliento!
No me niegues tu ayuda,
porque entonces seré como los muertos.
Por la mañana hazme saber tu amor,
porque en ti he puesto mi confianza.
Hazme saber cuál debe ser mi conducta,
porque a ti dirijo mis anhelos.
Líbrame, Señor, de mis enemigos,
porque en ti busco refugio.
Enséñame a hacer tu voluntad,
porque tú eres mi Dios.
¡Que tu buen espíritu me lleve
por un camino recto!
Por tu nombre, Señor, ¡hazme vivir!
Porque eres justo, ¡sácame de la angustia!
Porque eres fiel, ¡destruye a mis enemigos!
¡destruye a todos mis enemigos, pues yo soy tu siervo!
Texto para la oración
(Mt 7, 7-11)
Pedid y Dios os dará,
buscad y encontraréis, llamad a la puerta y se os abrirá.
Porque el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama se le abre.
¿Acaso alguno de vosotros sería capaz de darle a su hijo
una piedra cuando le pide pan?
¿O de darle una culebra cuando le pide un pescado?
Pues si vosotros, que sois malos,
sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos,
¡cuánto más vuestro Padre que está en el cielo
las dará a quienes se las pidan!
Canto Izan bake
(Traducción del texto en euskera)
Tened paz, tened serenidad,
¡Dios nos defiende!
Tened paz, tened serenidad,
¡Dios nuestro refugio!
¡Tened paz, hermanos!
¡Alegraos y no temáis!
Tened paz, tened serenidad,
¡Dios nos defiende!
Tened paz, tened serenidad,
¡Dios nuestro refugio!
Sed siempre valientes,
arriesgad la vida.
¡Miedo no, sino valor!,
¡que Dios es nuestro refugio!
Reflexión
– La confianza se puede situar en diversos planos o niveles.
• Existe un nivel sicológico de la confianza que depende de la autoestima que cada uno tenga. Si una persona no se quiere a sí misma mínimamente, vivirá sin confianza y sin fuerza vital en todos los órdenes de su vida y relaciones. Es importante labrar esta autoestima en la vida.
• Existe un nivel vital o existencial de la confianza: se trata de cómo se sitúa uno en la vida y ante la vida. Esta confianza ante la vida se aprende desde la infancia o desde la adolescencia. De ello dependerá que la persona se atreva a enfrentarse a la realidad de la vida o que huya y se encierre en un mundo imaginario de deseos que no tienen nada que ver con la realidad de la vida.
• Y existe el nivel espiritual de la confianza, en la que se deja la vida en manos de Dios, se le da a él un voto de confianza, aunque uno no perciba que Dios responda a mis expectativas humanas o espirituales.
– Esta confianza básica hará que sepa asumir mis propias frustraciones con sentido positivo y que estas frustraciones me hagan crecer como persona. Si no tengo esta confianza básica, las frustraciones destruirán mi vida y su sentido.
– Por ello, la pregunta básica es dónde se afianza mi vida y mi corazón. Dónde tengo fundamentado el sentido de lo que vivo y hago. No se trata de ideas que pueda tener acerca de la confianza, si no de ir mirando de dónde me llega el sentido positivo de lo que me sucede y vivo.
– Tendría que vivir preguntándome si estoy dispuesto a hacer este ejercicio diario de dejar la vida en manos de Dios, aunque ello no me dé ninguna seguridad e incluso me produzca cierta inseguridad.
– El Salmo 143 (142) que proponemos como oración describe muy bien una relación en que se entremezclan la súplica confiada y el dejar la vida en manos de Dios, como entrega en sus manos. Está la convicción íntima de que Dios te acompaña, te cuida, te da fuerza para hacer su camino. No estás nunca solo. En medio de experiencias duras de la vida, el salmista muestra una confianza grande en Dios. Puede que a veces, muchas veces, uno se sienta solo («dejado de la mano de Dios» se suele decir), pero sabes –crees en la confianza– que la presencia de Dios te acompaña, que él habita esa soledad.
– El texto del Evangelio que proponemos, Mt 7, 7-11, se sitúa en el contexto de Jesús enseñando a sus discípulos a orar. Y Jesús pone el acento en la confianza. Jesús sabe que es el acto primario de la confianza del niño que deja su vida en manos de la madre. El seno materno es la primera escuela de la confianza. Sin embargo, de adultos nos cuesta soltar la vida, nos cuesta soltar las riendas de la vida, para dejárselas a Dios. Queremos tener la última palabra sobre la propia vida y tener a Dios como ayudante de mis decisiones. Jesús nos invita a pedir, pedir sin miedo, con la confianza del hijo a su madre. Pedir que Dios nos transforme por dentro. Es normal que sintamos miedo de este camino confiado. Nos puede la sospecha de que no sea real. Pero la confianza tiene que vencer poco a poco a esa sospecha. No sería bueno vivir en permanente sopecha. No podríamos avanzar. Es bueno confiar en Dios y en sus caminos.
– Esta sabiduría de la confianza hay que aprenderla. No nos pertenece. Dios mismo nos regala la capacidad de leer la vida desde esta perspectiva de la confianza. No hay que olvidar, por supuesto, los presupuestos humanos de esta confianza: autoestima…
– Pregúntate: ¿Tengo una confianza básica que me sostiene? ¿Cómo voy de autoestima, me siento básicamente querido/a y valorado/a? ¿Vivo de deseos imaginarios o sé situarme en la vida con una mirada básicamente confiada y serena, aunque haya cosas que no entiendo? Y respecto de Dios ¿te da miedo o te da confianza? ¿Hasta qué punto te sale dejar la última palabra en sus manos? ¿Sabes que él te acompaña siempre y que te lleva de la mano?
– Repite varias veces el salmo 143 (142). ¡Confía!
***
Canto Itxaropen
(Traducción del texto en euskera)
¡Tenemos esperanza,
tenemos paz!
El Señor nos está salvando,
está de nuesro lado.
Señor, te estamos llamando: ¡muéstrate!
Estoy aquí, no temáis: ¡vivid en paz!
Sin camino ni luz: ¿a dónde iremos?
Yo soy el camino, soy la luz: ¡alegraos a mí!
Aplastados por el pecado, no podemos!
Es mía la fuerza: ¡levantad la cabeza!
¡Lo que queremos es llegar a la vida!
¡Te basta con creer en mí!
¡Señor, en ti podemos nuestra fe!
Permaneced firmes: ¡estáis salvados!
Poema: Ten Siempre Confianza - Darío Lostado
A veces parece
que todos los caminos se cierran,
que la noche es eterna,
que el invierno ha congelado los corazones,
que no existen más rosas,
que tu destino son las lágrimas,
que no hay sino soledad para tí,
que han desaparecido las estrellas,
que la sonrisa se apagó sobre la tierra,
que los días son cortos y lluviosos,
que las noches son interminables y sin luna,
que no hay espacio alguno para tus pies,
que no hay salida en la calle de tu vida,
que la indiferencia y la desilusión aprisionan tu corazón...
Pero aún entonces puedes confiar
que tú eres un camino eterno y abierto,
que tú eres un día luminoso,
que en tu alma no hay estaciones,
sólo las hay en tu mente,
que hasta en el desierto más árido y seco hay una flor,
que las lágrimas, como el agua, dan vida y fecundidad,
que tú eres el mejor amigo de ti mismo,
que tu alma es un cielo lleno de luz y de estrellas,
que dentro de ti el rostro de la vida sonríe,
que en ti está el sol radiante,
solo es noche si le das la espalda,
que el mundo es ancho y no ajeno,
sino tuyo porque tú eres el mundo,
que norte, sur, este y oeste son punto para tu elección,
que tu eres amor pleno.
Estás destinado a dar, más que a recibir.
Ten confianza porque aunque tu mente
te hable de puertas cerradas y de soledad,
ese es un engaño temporal y pasajero.
Tu estás destinado a ser luz
para muchos que necesitan de tu luz y de tu amor.
No te quedes cerrado en tu rincón.